NOBUYOSHI ARAKI
(AMOR Y MUERTE)
Araki nació en 1940 en Shitamachi (literalmente “ciudad inferior” o “villabajo”), el área de Tokio considerada tradicionalmente como más pobre y humilde frente a los barrios altos de Yamanote… Y fue paseando por los barrios bajos como un joven de veintipocos años encontró material para Satchin, una serie de fotos con la que ganaría el premio Taiyo, su primer reconocimiento importante. Un retrato fiel del Japón de la posguerra, con sus contrastes entre las áreas en rápido desarrollo y las que aún mostraban los destrozos de las bombas incendiarias… La nueva Tokyo vista a través de los ojos de niños de familias humildes que juegan alegres en la calle. Satchin es una metáfora del renacimiento de Japón y de la esperanza en el futuro, además de un trabajo que es imposible ver sin sonreír en algún momento: viendo estas fotos me queda la sensación de que Araki ha conservado toda su vida la energía, entusiasmo y alegría de los críos que retrató.
Araki se mueve por las calles de Tokyo cámara en mano, retratando sin pensárselo cualquier cosa que le llame la atención. Su barrio favorito para ello ha sido siempre Kabukichō, en cierto modo el “barrio rojo” de Tokyo, lleno de love hotels, burdeles, clubes nocturnos, sex shops y gente interesante. El inolvidable libro Tokyo Lucky Hole, de 1980, muestra a un Araki juerguista, mujeriego y con una saludable capacidad para reírse de sí mismo y hacer lo que se le pase por la cabeza sin preocuparse de parecer respetable.
Los paseos de Araki prueban que es un maestro de la poesía urbana. En la serie de fotos Tokyo Nude, de 1989, Araki yuxtapone imágenes de mujeres desnudas con paisajes tokiotas de rascacielos, apartamentos, bosques de cables eléctricos… El fotógrafo recorre las calles de la ciudad con el mismo ánimo explorador con que repasa las curvas femeninas: la lujuria del urbanita, aunque siempre con un aire vagamente nostálgico.
No hace falta llevar mucho más allá la metáfora para visualizar a Araki penetrando en el interior de su ciudad en la serie de imágenes Subway. Desde que una parte importante de mi vida empezó a transcurrir en un sótano (larga historia) le he empezado a prestar especial atención a todo lo subterráneo: cuevas, parkings, catacumbas… Y los túneles del metro. Araki los atraviesa sosteniendo una cámara en el regazo, disimuladamente, y retrata a sus compañeros de vagón sin tan siquiera mirar por el objetivo. Guapas jóvenes dormitando, oficinistas leyendo manga, madres de familia pensativas, críos mirando por las ventanas…
Las fotos callejeras de Araki tienen el encanto natural de lo improvisado e imperfecto… Es lógico que sea uno de los últimos apóstoles de la fotografía analógica, y ha hablado a menudo de las virtudes que las sorpresas propias del revelado manual añaden a sus fotografías. Declaró en cierta ocasión que encontraba muy sexy el cuarto oscuro: quiero creer que se refería al de revelado…
“¡La fotografía es la vida! Empezó cuando conocía a Yoko”. (Nobuyoshi Araki)
La serie de fotografías que mejor ilustra la máxima de Araki «la fotografía es amor y muerte» es Sentimental Journey/Winter Journey, el melancólico e impactante retrato de dos décadas de matrimonio en una serie de imágenes que muchos consideran las mejores de su carrera.
En 1971 Araki se casó con una joven ensayista llamada Yoko a la que amaba con locura. Fiel a sí mismo y a su personaje, el fotógrafo se llevó la cámara a la luna de miel y la documentó cuidadosamente, así como gran parte de sus primeros años de casado. Observando las fotos nos volvemos testigos de sus paseos, baños, orgasmos, bailes, discusiones, alegrías… La mirada de Yoko es casi siempre muy intensa, soñadora, algo melancólica. Vemos centenares de retratos naturalistas de Yoko asomándose a la ventana, Yoko acariciando a su gato Chiro, Yoko nadando en un lago, Yoko dormida en un bote tumbada en posición fetal… Esta última imagen es una de las más conocidas de Araki, y resulta no sólo hermosa visualmente sino también extrañamente turbadora… Y es que jugando con la ventaja de saber que Yoko moriría pocos años más tarde, podemos ver en esa imagen un cierto presagio, un símbolo de su viaje al más allá en una barca funeraria. En un curioso momento del documental Arakimentari, de Travis Klose, Araki recuerda el momento en que tomó esa fotografía. Tras adoptar un aire melancólico unos segundos, sonríe y comenta el motivo por el que Yoko dormía… Básicamente que se habían pasado toda la noche follando y estaban ambos agotados.
En una entrevista con la artista Nan Goldin (amiga y colaboradora), Araki medita sobre el «olor a muerte» que el mismo arte de la fotografía desprende en su intento de convertir en estático lo esencialmente dinámico. Dice Araki: «cuando fotografío la infelicidad sólo capturo la infelicidad, pero cuando fotografío la alegría aparecen reflejadas la vida, la muerte y todo lo demás. La infelicidad parece grave y pesada; la alegría es ligera, pero contiene su propia pesadez, un sentido inminente de muerte».
Yoko murió en 1990, por culpa de un cáncer de ovario, y Araki se enfrentó a sus seis meses de agonía con la única arma de que disponía: su cámara. En una serie de fotos difícil de mirar sin que aparezca un nudo en la garganta, Araki retrata la progresiva decadencia de Yoko, las flores de su habitación de hospital, el último contacto de sus manos… Y finalmente los ojos cerrados de su mujer en el ataúd con tapa de cristal, cubierto de flores. Tras las imágenes de la tumba, vemos a la muy querida gata de ambos, Chiro, acurrucándose en el rincón de Yoko de la cama o saltando sobre la nieve recién caída…
Durante varios meses tras la muerte de su esposa, Araki fotografió casi exclusivamente cielos. Despejados, nublados, brillantes, azules, grises… Los imponentes y vacíos cielos de Tokyo.
“La atadura se convierte en un abrazo fuerte” (Nobuyoshi Araki)
El kinbaku (también llamado shibari) es el arte japonés de la atadura erótica, cuyos antecedentes técnicos pueden rastrearse hasta un arte marcial del siglo XVI y que actualmente es un ingrediente básico de la subcultura del sadomasoquismo. Nobuyoshi Araki tiene una enorme habilidad para la fotografía de kinbaku, y ese talento para fotografiar mujeres atadas ha sido frecuentemente malinterpretado o directamente incomprendido. Algunos grupos feministas le han boicoteado, llegando a tirarle piedras durante una exposición en Seúl…
Considerar misóginas estas imágenes (y, por extensión, al propio fotógrafo) es de una miopía notable, y demuestra no conocer en absoluto a Araki y su veneración casi mística por las mujeres y lo femenino. Dijo Araki en cierta ocasión: “hay muchos elementos esenciales en las mujeres: belleza, atracción, repulsión, obscenidad, pureza; el cielo y el mar, el capullo y la flor…”. Las elegantes ataduras de Araki no agreden a la mujer, sino que subrayan su belleza, la muestran bajo una luz diferente de tierna vulnerabilidad, enseñan otro aspecto de la sexualidad y de las relaciones entre sufrimiento, erotismo y éxtasis…
Araki se ha visto envuelto también en polémicas con la censura oficial japonesa, no tan preocupada por las imágenes de sadomasoquismo como por la aparentemente horrenda posibilidad de que se vean genitales en las fotos… En 1988 la policía retiró la revista Shanshin Jidai porque en ella aparecían fotos de Araki; en 1992 la exposición Photomania Diary fue suspendida y un escuadrón de policías revisó literalmente con lupa más de 1500 diapositivas para ver si mostraban genitales (escena que Araki recuerda riéndose a carcajadas).
Al evaluar sus fotos de bondage hay que tener en cuenta que Araki no es un nawashi (maestro de la cuerda): sus ataduras, incluso las más complejas como las suspensiones, son formalmente simples y repetitivas… Pero las imágenes tienen una elegancia sobrenatural y un enorme sentido de la estética, captando de forma única la generalmente intensa mirada de las modelos. El propio Araki ha comentado en la introducción de Todas las mujeres son hermosas (2006): “Existe una estética propia del bondage, como la del shibari de los maestros. Pero no necesito una perfección como esa en la fotografía. Ni siquiera tiene por qué ser un buen bondage. Cuando ato a una mujer, le digo “Estoy atando tu corazón, no tu cuerpo”. En realidad, podría desatarse de mi atadura… Pero no tiene por qué hacerlo”.
En la reciente serie de fotografías Hana Kinbaku, Araki presenta imágenes agrupadas en parejas: una flor en primer plano acompañada de una mujer inmovilizada según las técnicas del shibari. Entre cada pareja de imágenes se establece un diálogo temático y estético: los colores de las fotografías están especialmente cuidados y resultan siempre extrañamente complementarios…
«Todas las mujeres que me rodean, todas las que se ponen frente a mi cámara… Son diosas». (Nobuyoshi Araki)
Cuando Araki cumplió doce años su padre le regaló una cámara Baby Pearl, que estrenó en un viaje escolar fotografiando el templo de Ise y a una guapa compañera de clase que le gustaba. Como veis, las cosas no iban a cambiar demasiado en los siguientes sesenta años.
Araki empezó ese día a guardar en su casa miles de fotografías, en su mayor parte retratos. Nunca ha ocultado que prefiere retratar mujeres, con cuanta menos ropa mejor: “el origen del arte visual yace en la vagina”, dijo en una entrevista… Y como puede verse en algunos hilarantes momentos de Arakimentari, centenares de mujeres japonesas se mueren de ganas de ser fotografiadas por Araki, a quien nunca le han faltado modelos. Sean jóvenes impetuosas o respetables amas de casa de mediana edad, cuando llegan a su estudio no suele necesitar mucho esfuerzo para desnudarlas. Y es que casi todas quedan muy satisfechas al verse retratadas…
El porqué es sencillo de entender. Todas sus mujeres (estén vestidas o desnudas, atadas o desatadas, en compañía o solas) desprenden un aura especial, una cierta luz interior, un aire sagrado y a la vez natural y muy sexy. Cierta leyenda alimentada pícaramente por sí mismo sugiere que se acuesta con la mayor parte de sus modelos (quiero creer que no con todos, ya que en cierta ocasión retrató a una osa polar)…
Araki aparece de vez en cuando en las fotografías que saca (gracias al uso de temporizadores o disparadores), pero en ocasiones recurre a pequeños avatares de plástico, generalmente reptiles. Serpientes, dinosaurios y pequeños juguetes le sustituyen en escena, se acercan a las modelos y pasean sobre su piel. Curiosa forma de retratarse y captar su propia esencia…
“Tal vez esta exposición sea un réquiem por Chiro y por la fotografía analógica…” (Nobuyoshi Araki)
Decía Heinlein que nuestro comportamiento hacia los gatos acabará determinando nuestro status en el cielo. Si es así, Araki será sin duda un pez gordo en el más allá, ya que son miles las cariñosas fotografías que le ha dedicado a su gata Chiro, uno de los últimos recuerdos que le quedaban de su esposa Yoko (que fue quien trajo la gatita a casa). En uno de sus últimos trabajos, Sentimental Journey/Spring Journey, Araki ha seguido la enfermedad y muerte por edad avanzada de Chiro, de una manera similar a la del Winter Journey de Yoko. La fotografía de Chiro en su pequeño ataúd es inquietantemente similar a la de Yoko en el suyo…
Empezábamos este artículo con el septuagésimo cumpleaños de Araki, y no estará de más terminarlo mirando a su futuro. Tras su cáncer de próstata (que también documentó en una serie de fotos llamada sarcásticamente Tokyo Radiation) ha declarado que ya no es el sexo el motor de su trabajo, sino la vida misma en todas sus formas… De la cual aún le queda mucho por vivir. Araki comenta a menudo que aún le falta tiempo para llegar a la edad de Hokusai o Picasso, que murieron con más de noventa años, así que aún planea dar guerra durante algún tiempo. “Me parece que ahora empiezo a convertirme en un fotógrafo profesional”, dijo en su cumpleaños.