ZOE MUTH
Fotografía de ANGELA BLANK |
Como cada noche, pasadas las doce, recogía la basura y me disponía a llevarla al contenedor, cuando ¡maldición!, el ascensor no respondía a mi llamada. Tras unos minutos de espera, me decidí a bajar por las escaleras. Al llegar al primer piso coincidí con aquella vecina misteriosa que me invitó a entrar en su apartamento. ¿Qué puedo perder, pensé?. Unas cosas llevaron a otras y cuando me dí de cuenta pasaban de las tres de la madrugada. Dejé la basura y rebusqué en mis bolsillos hasta encontrar un providencial lápiz que coloqué sobre mi oreja. De esta guisa volví a casa en donde, por supuesto, me pidieron explicaciones por semejante retraso. Conté la verdad ABSOLUTAMENTE, detalle por detalle. Ella me miró a los ojos, luego a mi oreja y musitó “no están los tiempos para gastar el dinero tontamente en el bingo”